Argentina y el arte de sus tierras se funden en la historia de una de las poetas más destacadas de principios del siglo XX. Alfonsina Storni, la mujer que unió su magnificencia con las olas del mar y que luego la trova inmortalizó. De figura erguida y mente brillante, Alfonsina marca la historia de la literatura latinoamericana.
Los últimos años del siglo XIX en Argentina fueron sinónimo de crecimiento económico y desarrollo social en las grandes ciudades. En esa época, la familia Storni migró desde Suiza al país sudamericano. Con grandes sueños, el papá de la poeta fundó una de las empresas de cerveza más importantes de la región: “Cerveza Los Alpes, de Storni y Cía”.
En este proceso de crecimiento, la familia Storni regresa a Suiza, en donde nace Alfonsina Carolina Storni, la mujer que se ha ido entre sueños y arena blanca. Sus ojos vieron por primera vez la región Argentina a los 4 años, cuando sus padres decidieron regresar e instalarse en San Juan. Los años fueron pasando y su infancia se trasladó a la ciudad de Rosario con grandes oportunidades por su puerto litoral.
El nuevo siglo no fue bueno para la familia. La estabilidad económica va desgarrándose entre los intentos por sobrevivir. Alfonsina pasó parte de su niñez trabajando para un restaurante, luego para una fábrica de gorras. En 1907, llega a la ciudad de Rosario una compañía de teatro. En ella, Alfonsina tuvo la oportunidad de incursionar en el mundo de la actuación. En ese momento, decidió ir de gira con la compañía por ciudades de Argentina.
Este trabajo a temprana edad fue un estímulo sensorial que la llevaría a descubrir el mundo de la literatura y el teatro durante toda su vida. Regresó a Rosario con el tiempo, lugar donde se graduó de maestra y logró hacerse de un nombre y convertirse en una figura respetable. Los años seguían pasando, y los pájaros iban trazando compases en la vida artística de Alfonsina.
En 1911, decidió mudarse a Buenos Aires. Aquella ciudad que parecía lejana, pero donde decían que los sueños se hacían realidad. Con miles de expectativas, algunos diarios apilados y versos que componían algunas rimas que se perdían en la inmensidad de aquella ciudad. En 1912, nace su único hijo, a quien con todo lo que pudo, amó sin condición. Trabajó como cajera de tienda y para la revista “Caras y Caretas”.
Los años pasaron y a pesar de todas las dificultades económicas, logró publicar su primer libro titulado “La inquietud del Rosal” con el cual se abrió puertas en el mundo de los grandes escritores de la época. Con el paso de los meses, logra conocer a grandes poetas del modernismo, entre los que destacan: Rubén Darío, Amado Nervo Julio Herrera y Reissing y José Enrique Rodó; con este último, el acercamiento fue notorio y descubierto por algunas cartas encontradas en la Biblioteca Nacional de Uruguay.
La perseverancia hace que las condiciones fueran cambiando poco a poco, y logra publicar “El dulce daño”. Durante esta época inicia a tener problemas de salud y se registra la primera crisis nerviosa que la poeta tuvo en su vida.
En estos años, se puede hacer la primera división de su trabajo como escritora. A la época entre 1918 y 1930 se le conoce como la etapa modernista y romántica. Es durante esta época que publica sus poemas más icónicos.
En 1922, conoce a uno de sus grandes amigos, Horacio Quiroga. A la deriva, aquel hombre dejó plasmada la esencia de Alfonsina. Hombre exiliado, gran escritor y dramaturgo, máximo exponente del cuento latinoamericano. Su amistad fue parte fundamental de su formación académica.
Con los años, su forma de escritura iba madurando, poco a poco fue adquiriendo reconocimiento entre los eruditos de la época. Se consagró como maestra de nueva generación literaria de Argentina. El libro “Languidez” fue merecedor del primer premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura, dándole un estatus más alto que sus contemporáneos.
En 1925, publicó su obra cúspide de poesía “Ocre”. A partir de este momento, se consagra como una de las mujeres más importantes en la literatura. Logra equipararse con la chilena Gabriel Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou. En este contexto, ellas tres conformaron la primera avanzadilla de mujeres latinoamericanas en la literatura mundial.
Alfonsina poco a poco iba recostando su carrera en el mar de su hogar. Su simpatía y talento la llevó a Europa, donde asistió a reuniones del grupo Signos, lugar donde grandes figuras como Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna hacían presencia.
A partir de 1930, su forma de escritura llega a un nivel distinto de madurez, conocida como la época oscura y angustiosa de la vida de la poeta. La mujer que iba muriendo de amor, entre la queja de sus sollozos, intentaba sobrevivir en una sociedad que la seguía atacando por cuestiones banales.
Para la época en la que se desarrolló académicamente, el ser madre soltera era mal visto, por lo que siempre fue víctima de discriminación y comentarios que fueron barreras estructurales para su desarrollo; sin embargo, esto no fue impedimento para que lograra en la década de los treintas, lo inimaginable para una mujer.
La mujer que siempre vivía alerta intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores. Grandes escritoras como Concha Méndez le dedicaron poemas como forma de reconocimiento a su gran trabajo por las letras.
En 1931, el Intendente Municipal nombró a Alfonsina jurado y es la primera vez que ese nombramiento recae en una mujer. Con este hito logra reivindicar la imagen de la mujer fuera del espacio privado, dando protagonismo en las artes y el trabajo en la construcción de la cultura latinoamericana.
Los años pasaron y sus sueños se fueron apagando en 1935. El diagnóstico de cáncer de mama y su posterior operación devastaron muchas de las bases de su felicidad. Al siguiente año, su amigo Horacio Quiroga se suicida. Este evento fue la premonición del final inevitable que la vida le traería. Entre el desgaste emocional logra ver sonreír a su entrañable amigo, como forma de burla a la crudeza de vivir en medio del caos.
El reloj siguió con su fatídico tic tac, provocando que los diarios apilados de Storni y los aplausos de su trabajo fueran quedándose grabados a pesar del final. El año del final tuvo en su amanecer el reconocimiento más grande de su carrera. El Ministerio de Instrucción Pública ha organizado un acto que reunirá a las tres grandes poetisas americanas del momento, en una reunión sin precedentes: Alfonsina, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. Este evento logró que la gran argentina saliera de la depresión por su enfermedad y logró que su camino hacia los árboles de la paz fuera menos doloroso.
El olvido perenne del mar se aceraba al rostro de Storni. La enfermedad seguía su curso y la salud se le consumía entre las manos, pero aquellos diarios apilados y versos en el cielo seguían intactos en su magnificencia. Los ataques de nervios y cuadros de depresión que se habían reflejado a lo largo de los años incrementaron en aquellos meses.
El 23 de octubre viajó a Mar del Plata, donde decidió llevar sus penas hasta la espuma del mar. El sendero del día siguiente la hizo transitar por la vida exitosa y con penurias que vivió. Lo escenarios jamás dejaron de aplaudirle, pero el cáncer le arrebata la dignidad de vivir.
El 25 de octubre de 1938 Storni acuñó la madrugada y caminó a la inmensidad del mar. Entre los cantos de las caracolas y el baile de las olas, Alfonsina y el mar inmortalizaron su esencia, otorgando dignidad a su memoria.
Los relojes pararon y los diarios hablaban de aquella mujer que amó esta vida, con todas sus desilusiones. Argentina veía como una de sus grandes escritoras entregaba su alma a las costas de arena blanca.
Alfonsina se fue con su soledad, pero buscando poemas entre sus sueños, como lo hacía en este plano de la realidad.
Los años pasaron y su memoria fue inmortalizada por una de las canciones latinoamericanas más tristes, pero imperantes en lucha. “Alfonsina y el Mar” se convierte en una de las piezas maestras de Ariel Ramírez y Félix Luna. La canción nace como una zamba argentina que se inmortalizó en la voz de Mercedes Sosa.
La canción fue publicada 31 años después del último adiós de la poeta y vió la luz en el famoso disco “Mujeres Argentinas” de Mercedes Sosa, 1969. Con la voz de la “negra” la vida de Storni fue dignificada en las más grandes palestras de la historia argentina.
La canción ha sido objeto de elogios y miles de versiones alrededor del mundo. El público de la gran poeta sigue en pie, formando grandes filas de jóvenes, señores y ancianos que elogian la vida de la mujer que logró romper paradigmas.
Hoy, su vida y obra no es un sendero solo y profundo porque la profundidad del mar nos otorgó la historia de una mujer que soportó cada golpe para sobrevivir. Las angustias que la acompañaban ya no existen porque la arena limpió heridas; sus letras están presentes en todo el mundo…
Hasta hoy Alfonsina y el mar nos dan libertad.
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José Moran
Activista Social en temas de visibilizacion para la comunidad LGBTIQ+ y casos de justicia transicional. Estudiante de la Escuela de Ciencias Políticas y Ciencias de la comunicación en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Egresado de la escuela de formación política Enredadxs. Educando y tomando voz para que algún día dejemos de sobrevivir, y empecemos a vivir en plenitud … porque al final del día, todos seguimos cantando, a pesar de todos los intentos por silenciarnos.