Con un inicio sombrío, con un avance dramático, con una premisa de detectives y crímenes; uno no esperaría toparse con un melodrama tan conmovedor, que golpea fuerte en nuestra inocencia que sucumbe ante el agresivo amor. Esto es a pequeños rasgos (y sin spoilers, pero con muchas referencias)Chungking Express del director, escritor y productor hongkonés Wong Kar Wai, quien filmó esta película en 23 días mientras realizaba otra película, Ashes of Time.
En un primer momento nos situamos ante un estilo de cine noir, con un paisaje urbano rodeado de edificios, callejones y puestos de comida y bebida, todo ante una apresadora noche que golpea a nuestro primer protagonista, el agente 223 (Takeshi Kaneshiro). Joven, inocente, atado a un amor que simplemente ya no se recordará de él. Ni las cábalas lo podrán salvar de esa soledad. Es aquí que nos encontramos a quién debería ser la antagonista, aquella enigmática narcotraficante de peluca (Brigitte Lin), que llega a la vida del agente 223 de forma inesperada, pero que se va de forma ya esperada. Nada pasa, pero pasa mucho para ellos, es entonces aquí donde nos proyectamos ante cualquiera de los dos. ¿Somos tan fácilmente reemplazables? ¿Qué es precisamente eso que esperamos con tanta pasión?
Estamos ante una historia humana dramatizada al cien, donde las situaciones difícilmente se den en la vida real, pero que la esencia de lo narrado fácilmente nos puede recordar ese ridículo que nos hace pasar el maldito amor. Y esas situaciones tan bochornosas, nos unen a muchas historias más, que otras personas experimentan de diferente forma, algo que Wong Kar Wai enlaza con la segunda parte de la película.
Seguimos en Hong Kong, seguimos en las mismas calles, y entramados urbanos, donde la ensalada del chef une a otro patético y solitario hombre, el agente 663 (Tony Leung Chiu-Wai) con Faye, una joven llena de brillo en su vida (Faye Wong). ¿Qué nos hace tan patéticos que se nos es visible cuando estamos abatidos ante las inclemencias del amor? Somos tan emocionalmente dependientes hacia otras personas que la vida se nos nubla. Esta historia, con un tono más claro, más esperanzador, menos tétrico, nos presenta un amor de ficción, donde la inocencia de Faye choca de forma emotiva con la vida triste del agente 663.
Las historias, que no compartirán más que el 0.001cm entre ciertos personajes, nos relata lo fetichizado que podemos estar ante cualquier objeto que representa a otra persona. Alienados, totalmente sometidos al otro que no nos ama. Creyendo que una lata de piña hará que vuelva esa persona, o creyendo que, guardando la ropa del otro, este pase por ella y vuelva a ser como antes.
Chungking Express es una obra que juega con los géneros cinematográficos y con las expectativas del espectador. A su vez, la musicalización en su repetitividad, lejos de ser monótona, nos presenta momentos y personalidades de los personajes; desde el reggae en el bar (Dennis Brown – Things in life) mientras presenciamos las etapas de la peluca, pasando por los deseos de Faye con California Dreamin’ (The Mamas and The Papas) y finalmente todo lo que pretendamos interpretar con la versión de Faye Wong de Dreams (The Cranberries). Todas estas canciones, junto a una excepcional fotografía, nos crea sensaciones que simplemente debemos disfrutar. Son estas películas que nos hacen enamorarnos del cine, donde la narrativa se puede crear con cosas tan pequeñas, que, con un toque de ficción, podemos crear historias increíbles. El estilo cinematográfico de Wong Kar Wai está plenamente retratado con Chungking Express, lleno de melancolía y despedidas, canciones que marcan momentos, con una fotografía que nos envuelve y nos sitúa en el concreto y luces neón de Hong Kong.
Faye Wong realizando el cover de Dreams mientras nos sumergimos en la segunda parte de la historia.