Guatemala, 20 de octubre de 2023
La Junta Directiva de la revista digital Telégrafo expresa:
La libertad de expresión, el pensamiento crítico y la diversidad y pluralidad son los pilares que funcionan como guía para la organización de Telégrafo. Por esta razón, estamos a favor de la ciencia, el diálogo y la democracia. Hace 79 años comenzó el periodo que denominan como la “Primavera democrática” en Guatemala desde 1944 hasta 1954. Una década que marcó el fin de una serie de dictaduras como la de Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico Castañeda. Una década que logró avances a nivel social que no se han vuelto a ver.
Anhelamos una nación donde la población participe y proponga activamente. Un Estado que cumpla su obligación de velar por los derechos, necesidades e intereses de la ciudadanía. Solo de este modo podremos caminar hacia un mejor futuro para las guatemaltecas y los guatemaltecos; niños, jóvenes, adultos y ancianos; de áreas rurales y urbanas; de los cuatro pueblos, incluyendo aquellos que han migrado.
A lo largo del 2023, la democracia ha estado en la agenda de todos los medios de comunicación (tradicionales, alternativos y emergentes). El 25 de junio y el 20 de agosto, la población acudió a las urnas para emitir su preferencia para elegir autoridades para el periodo 2024-2028. Este ha sido un proceso electoral atípico y turbulento. Candidaturas excluidas, campañas propagandísticas que rayaron en la difamación y desinformación, señalamientos al ente electoral y decisiones determinantes en las cortes. Para sorpresa de casi todos, un partido socialdemócrata logró el poder ejecutivo y un bloque legislativo significativo.
No obstante, la democracia no fue atentada este año, sino durante este periodo gubernamental. Los guatemaltecos no han terminado de salir de la pandemia de la COVID-19, ya que un segmento nunca tuvo acceso a vacunas o hisopados, sin mencionar los miles de casos positivos no registrados. La educación fue forzada a adaptarse a la virtualidad con escasez de equipo tecnológico y capacidad docente. A pesar de que no hubo tránsito vehicular por meses, las calles y carreteras del país son una vergüenza ante la visita de turistas. Los asaltos en la vía pública disminuyen, pero la violencia y abuso en los hogares aumenta. La salud mental no llegó al personal de salud, los contagiados, a la niñez ni a las mujeres. Sin olvidar que cuando la población se opuso a la aprobación del presupuesto de la nación, el aparato estatal atacó y criminalizó al pueblo.
Hoy, Guatemala no es un país para todos, es un campo de juego económico y político para unos pocos. Unos pocos que nunca han comprado agua por tonel en camiones. Unos cuantos que aprenden un idioma extranjero como una materia escolar y no como una habilidad laboral para un empleo donde te pueden obligar a quedarte a dormir en la empresa. Unos cuantos que prefieren pasar horas en tráfico, antes que salir a manifestar por una crisis política que puede definir el futuro de todos. Unos pocos que ignoran e insultan organizaciones indígenas que tienen más tiempo que el propio Estado como lo conocemos.
Desconocemos si Guatemala florecerá en el transcurso de cuatro años. No sabemos qué sucederá ante la presente crisis política y social, así como con la resistencia de distintos grupos y sectores que continúan manifestando y exigiendo. Aunque las acciones del ente investigador y las resoluciones de las altas cortes no se perciben como constructivas para la paz y el orden público.
Lo que sí sabemos es que el País de la Eterna Primavera nos necesita. Un presente y un futuro con educación y salud de calidad, científica, incluyente, integral y tecnológica. También, una justicia eficiente, imparcial y técnica.
Finalmente, la Guatemala que soñamos se puede construir a través de alcanzar puntos en común y trabajar en base a dichos acuerdos. La ciudadanía, en particular los jóvenes, tienen demasiado por compartir a través de la ciencia, el arte, la política y la tecnología.