El hombre ya está muerto

Un estallido, un fuerte y ruidoso sonido que puede penetrar nuestros tímpanos sin remedio alguno, que puede iluminar el cielo hasta dejarnos ciegos, un impacto visual que podría abrumar a cualquiera de la impresión. Curiosamente esta peculiar reacción es más que un simple sonido o una luz. Este puede llegar a ser más, tanto que podría en una remota probabilidad, destruir el mundo.

Un estallido, un fuerte y ruidoso sonido que puede penetrar nuestros tímpanos sin remedio alguno, que puede iluminar el cielo hasta dejarnos ciegos, un impacto visual que podría abrumar a cualquiera de la impresión. Curiosamente esta peculiar reacción es más que un simple sonido o una luz. Este puede llegar a ser más, tanto que podría en una remota probabilidad, destruir el mundo. 

Es decir, cuando vemos simpleza en un foco, no vemos lo que hay detrás y lo que pasaría si exponemos algo tan inocente a reacciones externas que puedan alterar su naturaleza, o que este sea utilizado para algo que rompe con su estructura. Con el suficiente tiempo se descubre que si es funcional y que por más que queramos reducirlo a “Luz”, en realidad es una oportunidad, la oportunidad de crear algo que pueda innovar. 

La pregunta aquí es: ¿quién dijo qué innovar siempre será para bien y no para mal? Porque hasta donde sabemos, innovar es generar un cambio que evolucione y reforme algo que ya existía, que la evolución se haga presente en la materia y podamos entonces ser testigos de algo nuevo que permita al hombre mejores resultados y mayor satisfacción. Ahora bien, replanteemos el término e indaguemos en las consecuencias que tiene la innovación y el cambio. Desde luego que este no es para nada malo, sino un bien natural. Solamente hace falta “fe a ciegas” para creer que lo que es innovador siempre será positivo y que los descubrimientos del hombre no nos llevan a cuestionarnos y arriesgar nuestra propia integridad, en pro de innovar.

Es decir, ¿si cuestionamos la innovación y la seguridad que obtendremos? ¿Será que conscientemente aprobaríamos cualquier cosa que el hombre pueda descubrir, planear o construir sin importar las consecuencias? Porque, al menos en lo que a mí respecta:

“El fin justifica los medios, pero, ¿Qué justifica el fin?”

A lo largo de la historia nuestra especie ha sacrificado todo por la vida, por la evolución, por el crecimiento. Dejando de lado mucho de nuestra propia especie, dejando de lado la propia vida. Y eso precisamente es lo que deseo que cuestionemos. Las consecuencias inminentes de nuestra propia condena, de nuestra propia justifica, de nuestro propio sistema, de nuestra propia vida. 

Déjenme preguntarles algo ¿Qué pasa por su cabeza cuando piensan en destrucción? ¿Será que por unos instantes piensan en muerte, catástrofe, ruinas, fuego, dolor, pérdida y otro sin fin de sentimientos y acciones consecuentes que simplemente son irremediables? ¿O piensan en un cambio que permitirá reinventarnos en todo lo que somos y tendremos?  Porque de ser así, somos las personas más futuristas que existen. 

Porque si estamos dispuestos a sacrificarlo todo por ver una luz en el cielo que nos diga que la prosperidad está en camino, podríamos considerarnos más bien unos genocidas de la vida misma, que tan solo piensan en el mañana pero jamás ven las consecuencias del presente y que ni siquiera gozan de ese futuro por el cual lucharon, ya que al final siempre importará el siguiente paso. 

Si para este punto mucho de esto suena confuso, permítanme aclarar sus ideas con una fecha: 6 de agosto de 1945. El día en el que la humanidad derramó su última gota de agua sobre este enorme globo azul.

Hiroshima 1945

Así es, el día en el que se lanzó la bomba atómica sobre Nagasaki, ese día la humanidad dejó cualquier rastro de su existencia en el pasado y aprendió una importante lección: No importa si existe un fin, si es realizable tenemos la obligación de hacerlo, cueste lo que cueste. O al menos eso fue lo que la película del director de cine Christopher Edward Nolan me dejó ver, una insaciable sed por demostrarle al mundo el intelecto y la capacidad de innovar con dicho intelecto, aunque eso signifique no perdonar nuestra propia convicción y arrepentimiento. 

Pues cualquier demostración de autoridad, inteligencia, innovación y poder pesa más que un acto con repercusiones imperdonables. Muchos de nosotros sabemos que fue lo que sucedió ese día, pero ni por asomo creo que hemos cuestionado las consecuencias morales que a día de hoy ese acto tan catastrófico tiene en nuestro mundo actual. 

En la película, hay una escena en donde se revela por medio de un cálculo, que cabía una probabilidad de que la bomba generará una reacción en cadena de múltiples estallidos entre átomos, lo que traería como consecuencia la destrucción inminente del mundo.

Aunque el mundo en ese momento no se destruyó, el mundo en el que hoy vivimos si está experimentando esa reacción en cadena que se predijo, pues cada día mueren más y más personas, porque esa bomba puede que no destruyera directamente el mundo, pero si la a los habitantes de el…Tan solo con un interruptor, porque si, el hombre ya está muerto. 

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