Fotografía: La Red
Desde que inició la pandemia, la modalidad virtual de las clases también comenzó y con ella el estrés de conectarnos a los cursos a la hora establecida y dejar la procrastinación de lado. Prestar atención era lo ideal, comentar, hacer preguntas y establecer una participación continua en cada asignatura virtual, era la utopía que los profesores estaban buscando en esta nueva etapa.
Sin embargo, está manera tan inesperada de aprendizaje jamás se había utilizado en el sistema de educación guatemalteco, por lo que, tanto los estudiantes como los profesores, se vieron forzados a adaptarse a esta nueva metodología.
Este sistema trajo consigo, la utilización de nuevas plataformas, tal es el caso del famoso “classroom”, odiado por unos, amado por otros. Así mismo, la cantidad exagerada de tareas, hojas de trabajo, cortos, exámenes, y los temidos trabajos en grupo, sumando que ahora serían desde casa.
Lo único que necesitaban los estudiantes era un dispositivo electrónico para lograr acceder a la gran cantidad de actividades que los catedráticos proporcionaban por curso, con el único y verdadero fin de mantener entretenidos a los jóvenes durante la cuarentena obligatoria.
Pero esto no acaba aquí
No es nada nuevo escuchar de plagios en trabajos o el tan mencionado copy paste, que lastimosamente son técnicas que el estudiante tramposo suele utilizar, técnicas que en definitivo se intensificaron debido a la virtualidad, que dejan en evidencia la falta de interés por el aprendizaje.
Para nada es un justificante, pero muchos estudiantes universitarios se ven obligados a trabajar mientras estudian en una jornada distinta, por lo que no cuentan con el tiempo suficiente para la elaboración de sus tareas y para cumplir con la responsabilidad de entregarlas, en consecuencia, optan por pagarle a alguien más para que realice sus actividades estudiantiles.
Es ahí donde inicia un gran negocio
La holgazanería, el no tener tiempo suficiente por trabajo, o la complejidad de las tareas, son los principales factores que empujan a los estudiantes incluso del nivel medio a contratar los servicios de personas o cuentas de Instagram o Facebook que se dedican exclusivamente a la elaboración de trabajos académicos.
Este tipo de negocio funciona de manera informal pero su estrategia radica en cumplir con las expectativas que el estudiante pide a la hora de la realización de sus trabajos. Tanto el estudiante como el encargado de realizar las actividades corren el riesgo de que uno u otro sea irresponsable y no pague el costo del trabajo o el estudiante pueda que pague con anticipación y jamás reciba lo acordado.
Surgió la oportunidad de platicar con algunos creadores de páginas de realización de tareas sobre los costos, la validación por los estudiantes, la responsabilidad que recae sobre ellos, la confianza que logra establecer el estudiante con este tipo de páginas, y las ganancias que estas actividades poco éticas generan.
Comentan que las actividades que realizan estas personas muy astutas, van desde la elaboración de investigaciones, ensayos, informes de laboratorio, maquetas, presentaciones, exámenes, y todo lo que el alumno solicite, inclusive hasta la elaboración de tesis. Algunas de estas personas tienen años dedicándose a este tipo de dinámica, por lo que se vuelven expertos en muchas áreas estudiantiles y logran tener una gran rentabilidad en lo hacen.
La comercialización de las tareas tuvo mucho alcance en plena pandemia, así como miles de emprendimientos más, lo curioso es que estos negocios no utilizan publicidad, debido a que los propios estudiantes comentan con otros sobre los servicios que han contratado y es debido a recomendaciones que estas personas o páginas llegan a oídos de miles de alumnos.
¿Qué piensan los profesores al respecto?
Conforme avanzan las clases virtuales, el nivel de estrés aumenta tanto en catedráticos como alumnos. Los profesores están conscientes que trabajar online tiene más desventajas que ventajas. Cuando estos proporcionan material de trabajo a los alumnos saben que un buen porcentaje de ellos se esfuerza por resolver los cuestionamientos y aprender, pero otra parte de los estudiantes copian y hacen plagio o utilizan esta modalidad de pagar por tarea.
Y claro que existen sanciones para los estudiantes que son descubiertos realizando estos fraudes, pero en pocas ocasiones llegan a mayores instancias. No obstante, el alumno entrega los trabajos sea como sea pero ¿quién es el que aprende al final? El estudiante queda satisfecho al pasar inadvertido en estos hechos pero lastimosamente cuando salen al campo laboral, es difícil para ellos desarrollar un juicio crítico a la hora de resolver problemas cotidianos.
¿Qué pasará cuando regresen las clases presenciales?
Como si nada ya vamos por el tercer año de un nuevo inicio de clases completamente virtuales y para la mayoría de estudiantes de instituciones públicas y privadas crece la incertidumbre de cuándo regresarán a la presencialidad. Muy seguramente cuando eso pase se verá cómo el estudiante aprendió de manera distinta a la que solía estar acostumbrado antes del COVID-19.
En conclusión, se notarán las deficiencias adquiridas y como el dejar que otras personas realicen sus actividades los hará inútiles ante las nuevas exigencias académicas.
¿Y tú qué opinas? Déjame saber tus comentarios al respecto, ¿tú pagarías para que algún extraño realice tu tareas?
Hasta la próxima 🙂
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Gretel Bernhard
Estudiante de Geología y Diseño Gráfico de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Creativa, curiosa, una con la naturaleza, ambientalista, defensora de los animales y fanática de los gatos, la fotografía film y la gastronomía. Exploro el mundo combinando el arte y la ciencia.