Con el paso de los años la forma en la que se reconocía la vida evolucionó gracias a los avances tecnológicos. Esto ha influenciado gran parte de la cotidianidad, desde las formas de movilización, elaboración de alimentos, comunicación e incluso en el ámbito sexual, permitiendo la espontaneidad, rapidez y eficiencia.
El sexting es reconocido como aquella práctica de enviar y recibir contenido sexual de forma consensuada por ambas partes, usando como medio las redes sociales. Esta práctica genera diversas polémicas influenciadas por ideales conservadores. Sin embargo, más allá de ser un tema tabú y sin entrar en debates sobre si es bueno o no, el sexting es un riesgo que en muchos casos trae consecuencias para ambas partes, pero sobre todo para las mujeres debido a las creencias e ideales machistas.
El linchamiento social siempre ha sido dirigido hacia la mujer y no hacia quien agrede la intimidad sexual, aún cuando está regulado en el Código Penal. El nulo compromiso y respeto a la privacidad de parte de muchos receptores de contenido sexual, ha sido generador de una forma de violencia que trae consigo consecuencias legales para el agresor y consecuencias psicológicas para la víctima, afectando su intimidad sexual.
Todos los días se filtran inmensidad de imágenes y videos de mujeres y niñas siendo víctimas de este tipo de violencia. Todavía existen muchos jóvenes que se integran en los grupos de Facebook, Instagram, Telegram y Whatsapp entre otros que tienen como fin, compartir contenido sexual; mismos jóvenes que utilizan como justificación que no comparten contenido de nadie, ignorando que se es cómplice del agresor desde el momento en el que se visualiza contenido y se almacena.
Es necesario reconocer que la culpa es de quien agrede. He escuchado diversos comentarios sobre este tipo de situaciones que vulneran a las mujeres. No obstante, el contenido no sería filtrado si no generara un impacto, impacto promovido por la cantidad de consumidores, por desgracia para muchas personas las mujeres aún son reconocidas como objetos sexuales que su única función es promover el placer.
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Beatriz del Cid
Estudiante de Agronomía de la Universidad San Carlos de Guatemala. Amante de la música, la naturaleza, la justicia y las palabras.