De acuerdo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos, “toda persona tiene el derecho de buscar, recibir y difundir información y opiniones libremente”. No obstante, determinar cuál opinión es buena o mala es algo que atenta contra la libertad humana. La cultura de cancelación en Guatemala se manifiesta en redes digitales como Twitter. Sin bien, cualquiera se puede equivocar en datos o creencias mal fundamentadas, no hay necesidad de agredir o insultar para hacer ver el error.
Las redes sociales y el Internet en general son un fenómeno que nos permite reunirnos con millones de personas de todos los rincones del mundo. Esto es producto de una sociedad más globalizada e hiperconectada. Sin la necesidad de salir se nuestros hogares podemos estar enterados de lo que ocurre a la vuelta del hemisferio.
Lo único que se necesita es un dispositivo inteligente y de conexión a internet para sumergirse en la dinámica de intercambio de ideas tan característica de redes sociales como: Instagram, Tik Tok o Twitter. Para esta colaboración nos reunimos tres jóvenes con ideas diferentes, pero que han logrado ser complementarias para dialogar.
Entonces, ¿qué es la cultura de cancelación?
El fenómeno de cancelación se caracteriza por acabar con la honorabilidad, respeto y dignidad de una persona y por censurarla de todos los espacios de participación social posibles. De manera simple, se podría decir que ser cancelado es similar a dejar de ser aceptado en un lugar donde antes eras bienvenido.
En las redes sociales la cancelación es eso: un ataque psicológico para la persona. Se señalan acciones e ideas con acusaciones morales, personales e ideológicas de todo tipo, que al final solo tienen como objetivo acabar con el prestigio del autor.
La cultura de la cancelación es un comportamiento que cada vez más jóvenes adoptan en sus redes sociales. Consiste en señalar cuando alguien se equivoca, atentando algunas veces con la dignidad de la persona.
Las redes sociales se han prestado para ser un nido de odio, intolerancia y morbo. No tienes que estar de acuerdo con todas las opiniones, pero usar peyorativos y acusar sin fundamentos no te hará más intelectual o un héroe de la sociedad.
Si bien uno de los motivos que incentivo el nacimiento de la cultura de la cancelación fue la defensa de la libertad de expresión y la creación de espacios seguros dentro del internet. Con el tiempo, se ha vuelto un concepto con un significado subjetivo para los internautas. En su mayoría, se recurre a este tipo de acciones en “pro” de la defensa de distintas causas, desde movimientos sociales, hasta evidenciar injusticias que ocurren en la cotidianidad de la población en general.
Hoy en día, la cultura de cancelación se volvió un arma de doble filo en el que cualquiera se encuentra expuesto ante el más mínimo error que sea considerado necesario cancelar por la comunidad de internet.
¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías y las redes sociales en las nuevas formas de cancelación?
Es precisamente esa misma facilidad de la que nos proveen las redes sociales para expresar nuestras ideas y sentimientos la que también hace posible que sin darnos cuenta podamos ser víctimas de la denominada “cultura de cancelación”. Ya sea por expresar ideas que no se alinearon con la forma de pensar de las mayorías, ser “políticamente incorrectos”, o simplemente porque a alguien en internet le parecieron ilegítimas nuestras opiniones.
En las redes sociales cada vez es más común encontrarte con colectivos o grupos de personas anulando socialmente a alguien por algo que acaba de publicar o por algo que compartió hace tiempo. Puede pasarte si eres una persona ampliamente conocida o si no eres nadie para la vista pública. Para bien o para mal la cancelación no conoce fronteras y tampoco clases sociales.
La tecnología siempre ha estado íntimamente relacionada con el proceso de comunicación humana. Para 2022, la información se ha democratizado y las redes sociales han habilitado un pequeño altavoz para cada usuario de la Red.
No obstante, tener derecho a expresarse está muy distantes de “saber expresarse”.
Por un lado, un segmento tecnófobo (que se opone de manera rotunda a los cambios en las telecomunicaciones). Otro grupo no tiene acceso a electricidad, Internet o a un dispositivo “inteligente”. Finalmente, una porción de población privilegiada que tiene acceso cognitivo y económico. Este último se subdivide entre aquellos que se educan en y para Internet; mientras tanto, unos prefieren el espiral de ocio y entretenimiento
Las redes sociales permitieron que se abriera un espacio al cual muchas personas no tuvieron acceso, un espacio en donde se les hizo posible saber los aconteceres diarios, así como un acceso a las celebridades que utilizan las mismas redes sociales para compartir parte de su vida.
Las redes sociales junto con la tecnología dieron paso a la globalización y las tres coexisten y evolucionan de íntegra aunque son inherentes la una con la otra.
Ser cancelado, funado, quemado, censurado y hasta vetado son algunos sinónimos para el linchamiento mediático que puede recibir una persona en las redes sociales.
Las dos caras de la cultura de cancelación
Por un lado, tenemos la cancelación de sujetos o conductas repudiables socialmente por medio de una condena masiva a través de las redes sociales. En este tipo de cancelación se cuestiona de forma severa:
- Relaciones desiguales de poder
- Injusticias sociales
- Grandes escándalos de corrupción
- Los delitos contra la humanidad
Ejemplos de ello han sido movimientos sociales como #MeToo, #JusticiaYa, “Usac es Pueblo” y hasta la Revolución de 1944 que han logrado ejercer enormes presiones sobre estructuras de poder que por años perpetraron formas de abuso (político, sexual, laboral) y son el reflejo del malestar, cansancio e impotencia colectiva de la sociedad frente a un mundo lleno de injusticias y arbitrariedades.
La transgresión es un delito o algo que, de ser cierto, está castigado por la ley, es motivo justificado de rechazo y descontento popular, sin embargo muchas veces este rechazo y descontento son provocados por una simple opinión. Situación que pone en manifiesto la fragilidad e intolerancia de ciertos grupos sociales.
La población es un actor social y a la vez político, las redes sociales permiten y otorgan ese poder para que un actor social pueda manifestar su posición con respecto a lo que pueda llegar a ocurrir. Si bien pueden ser consignas que se crean y viralizan a través de redes sociales, estás pueden atravesar la barrera de la virtualidad y materializarse con acciones concretas como ocurrió en Guatemala en el 2015 con la histeria anticorrupción o en 2020 con el movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos.
Por otro lado, tenemos los escenarios donde la cultura de cancelación se convierte en censura.
En Guatemala existen personas, colectivos, sectores políticos e ideologías (un tanto extremistas) que no están abiertas al debate y la crítica. Están completamente polarizados por una visión donde las ideas contrarias no existen y prevalece una idea sentimental (hasta visceral) que cierra la puerta a la discusión y la persuasión racional, que es una de las cosas que nos hace humanos.
Estos grupos (cuando son radicales) pueden llegar a tornarse peligrosos, ya que dejan de lado todo rastro de racionalidad humana;
- Abandonando por completo la importancia de tener una dieta ideológica variada como herramienta para construir el pensamiento crítico y
- Limitando la libertad de expresión ya que no son capaces de tolerar las ideas con las que no se identifican.
La censura existe y muchas veces comienza por el autoconocimiento. No actuamos y decimos las mismas palabras enfrente de todos los públicos. No es lo mismo conversar con amigos en una reunión social y alguna comida familiar. Actuar diferente no nos hace hipócritas, sino reconocer cómo, cuándo, dónde y con quién expresarnos.
En redes sociales, el filtro del sentido común lo hemos olvidado. Autocensurar nuestras opiniones para ser más asertivos al momento de escribir o grabar algo es casi inexistente.
Concuerdo al decir que la censura existe en redes sociales. Este es un tema hasta paternalista, muchas personas con comportamientos radicales se auto perciben como justicieros sociales al defender a grupos discriminados desde la comodidad de su hogar. Como si con un video o texto fuese a cambiar la realidad guatemalteca (esto último comienza siendo una autocrítica).
Me preocupa ver cómo se defienden intereses en nombre de una causa o grupo. Lo que parece importante es “tener la razón” y humillar a cualquier disidente de mis ideas para proclamarlo enemigo.
A pesar de los avances en tecnología, los humanos preferimos el conflicto antes de la conciliación. En redes, muchos no están dispuestos a dialogar o debatir, se busca el enfrentamiento. Los señalamientos se vuelven vacíos cuando aparece una narrativa como: “si no opinas como yo, eres el enemigo” penales que señalen de manera formal todas las acusaciones.
El primer paso para dimensionar la censura en las redes sociales es aceptar que este fenómeno existe y que se puede escudar bajo el pretexto de “silenciar a unos pocos para preservar la voz de todos” o “evitar la propagación de discursos de odio”.
Si bien los discursos de odio dentro de las redes sociales existen, como se explicó anteriormente, los grupos radicales pueden alterar la narrativa, para evitar que otras perspectivas puedan llegar a viralizarse. No es necesario que grupos radicales se encarguen de la censura, incluso en una organización estatal o colectivos institucionalizados pueden llegar a censurar algo o a alguien con el fin de preservar una narrativa, un ejemplo reciente fue el de las elecciones en los Estados Unidos en donde la mayoría de medios informativos iniciaron una campaña de censura en contra de Donald Trump y sus simpatizantes, ello con la excusa de evitar la propagación de discursos de odio cuando al mismo tiempo se evidenciaba que se buscaba impulsar la imagen del actual presidente Biden.
Se puede colocar en debate sobre si existían los discursos de odio. Fue muy evidente el esfuerzo que los medios de comunicación hicieron para evitar hablar de Trump en alguna forma donde no se le viera como una amenaza a la democracia.
¿Verdaderamente existe una cultura de cancelación en Guatemala?
Personalmente considero incorrecto afirmar que el fenómeno de cancelación forma parte de la «cultura» guatemalteca; es decir, no veo a la mayoría de personas siendo partícipes de un clima cultural en el que abunda la pérdida de reputación de individuos por tener “ideas incorrectas” todos los días, sin embargo, esto no significa que no sea una realidad o que no suceda.
Tampoco creo que el fenómeno de cancelación en este país sea sinónimo de censura absoluta, de transformación verdadera, o generación de cambios significativos (aunque existen excepciones). Para mí, la denominada “cultura de cancelación” es un fenómeno intrascendente y amorfo, aunque lo suficientemente eficaz como para acabar parcialmente con la reputación y respetabilidad de una persona o atemorizar a otras de atreverse a expresar opiniones “impopulares” porque en el mejor de los casos terminará siendo víctima de oleadas de rechazo y odio.
En Guatemala, cancelar a alguien aún no significa la muerte digital. A menos que sean una persona que se dedique a crear contenido como estilo de vida. Sin embargo, es un comportamiento nada ético y sano para la comunidad digital.
Quisiera aclarar que una cuestión es denunciar algo y otra es agredir mediáticamente a alguien. Los guatemaltecos, en general, carecemos de una educación en la red y se nota por la manera en cómo consumimos y creamos contenido.
Del mismo modo que yo tengo derecho a expresarme, todos lo tienen. Sabiendo que otras ideas no concuerdan con mi catálogo de valores y creencias. Se prefiere el diálogo y el debate antes de la agresión.
En Guatemala, las redes sociales no han llegado a un punto de evolución en el cual existan colectivos que se dediquen exclusivamente a ser los justicieros de las redes sociales. Hay pequeños grupos que se dedican a cuestionar todo aquello que no esté acomodado a sus ideales. Esto no genera más que polarización entre la población que puede estar o no a favor del tema a discutir.
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David Molina
Estudiante de Medicina en Universidad de San Carlos de Guatemala. Entre mis intereses se encuentran. Salud Pública, Epidemiología y la administración de los servicios de salud. Comprometido con un modelo de salud que involucre: salud humana, sanidad animal y la preservación del medio ambiente que compartimos todos (One Health)
Gabriel Morales
Estudiante de maestría en comunicación e Identidad corporativa con especialidad en periodismo por USAC y UNINI México.
Osmar Gamboa
Estudiante de Ciencia Política en la Universidad de San Carlos, apasionado por las culturas e historias.