La población en Guatemala suele discernir casi en todo, y está bien, la lucha en la población sobre las formas para exigir justicia y equidad social, crea una discusión constante que aporta diferentes puntos de vista que enriquecen de conocimiento.
Últimamente en nuestro país hemos presenciado una serie de constantes manifestaciones y en ellas hemos visto acciones por parte de los manifestantes que para algunas personas pueden ser cuestionables, así como para otros son un símbolo de oposición y resistencia. Estas acciones suelen ser pintas en las paredes y suelos o destrucción de monumentos, tal como la quema del edificio del Congreso de la República de Guatemala en el año 2020. Por esto último, el Ministerio Público hizo señalamientos a las personas involucradas, entre ellas manifestantes y autoridades, a esto, surge una pregunta:
¿Realmente podemos definir cómo manifestar de manera correcta en base a nuestras creencias personales?
Para poder responder a ésta pregunta debemos tomar en cuenta que existen normas morales que marcan límites subjetivos sobre el comportamiento humano según la percepción del concepto del bien y el mal, y por otro lado tenemos las normas jurídicas que imponen una conducta. Así que estemos de acuerdo o no con determinada forma de manifestar no quiere decir que son o no las formas, sin embargo podemos afirmar que el hecho de destruir cualquier objeto y darle un significado político no es iconoclasia.
La iconoclasia es un concepto muy profundo de definir pero se puede resumir en la ruptura de imágenes, destrucción de monumentos históricos, políticos, religiosos o sociales. En la antigüedad era la acción de representar seres divinos en imágenes y posteriormente la destrucción de ellos y últimamente ha estado de moda a pesar de ser una palabra conocida desde el siglo VIII. Actualmente el concepto ha evolucionado, así como lo han hecho las sociedades y es que a lo largo de todas las revoluciones ha habido destrucciones de imágenes, no necesariamente religiosas como lo era antes.
La destrucción del patrimonio y de la historia no debería tomarse a la ligera ya que conlleva un mensaje poderoso que puede llegar a tener consecuencias poderosas.
En Guatemala, la destrucción de la imagen va de la mano con la construcción del Estado. Lo podemos notar cuando estas acciones son evidentemente significativas y representativas.
Considerando lo anterior no podemos decir que todos estos actos, como la pintas y destrucción de imágenes lleven el título de iconoclasia. Existen actos que son espontáneos y no tienen una razón de ser, esto lo podemos definir como vandalismo, que no persigue un fin y no pretende cambiar una situación que afecte a un grupo en específico o a toda una sociedad. En el vandalismo se actúa individualmente a diferencia de la iconoclasia donde lo hace un colectivo.
Un tema polémico han sido las protestas feministas, las mujeres han protestado de todas las formas posibles, han hecho literatura, coreografías, canciones de las cuales se han burlado como “el violador eres tú”, marchas silenciosas y pacíficas y nadie les había tomado importancia. La destrucción de monumentos y tomas de instituciones en las protestas feministas obtuvo la atención necesaria, lastimosamente no en la problemática que es la violencia contra las mujeres, sino que fue desviada al elemento material. Afortunadamente esto no impidió que en países como México lograran cambios como la Ley Olimpia que reconoce la violencia digital como un delito o la Ley Ingrid que establece la protección de datos a las víctimas de feminicidios.
Como sociedad tenemos que hacer el esfuerzo por minimizar la importancia hacia lo material. El patrimonio nacional y los monumentos son importantes y significativos pero más lo son las problemáticas de la sociedad que pasan a diario y que afectan a personas que gritan por ser escuchadas por las autoridades.