En toda comunidad educativa se observa diariamente el rol de las mujeres y por ende la crianza de las niñas. Se aprecia a cada mamá enfrentar situaciones de manera individual siendo estas positivas o negativas, muchas como resultado del machismo que aún abunda en el país, pero también vemos a mujeres con miedo a romper estereotipos o realmente los patrones de crianza, que van de generación en generación.
Antes de dar a conocer dos casos, se describen a continuación los diferentes términos que se usarán a lo largo del texto.
- Patrón cultural: debido a sus múltiples significados, en el contexto cultural un patrón es un suceso o acción, manifestación de actitudes recurrentes, que son constantes y no cambian. Suele también estar relacionado a los comportamientos, pensamientos, o ideas que una sociedad representa, estos suelen ser de manera consciente o inconsciente.
- Machismo: actitud o idea de superioridad al género femenino o que reniega actitudes relacionadas a la mujer.
- Mito: descripción de un hecho no comprobado, no posee veracidad.
A lo largo de mi carrera como docente he tenido la oportunidad de conocer y convivir con muchas mujeres diariamente, mujeres de todas las edades, desde estudiantes con 5 meses de edad hasta compañeras de trabajo entre los 24-50 años de edad. Ante todo esto, he podido observar que en su mayoría debido a sus posibilidades, han crecido en hogares o formado hogares con personas que las maltratan física o psicológicamente y al escuchar las historias de cada una, todas llegan a la conclusiones como:
“¿Y que podía hacer? Si nadie me enseñó”.
“Mi mamá me dijo que si me iba de la casa era para estar con mi marido”.
“Seño, él no me deja planificar porque dice que Dios nos mandó a nuestros hijos”.
Hace más de un año conocí a Sandra. Una señora de 33 años que a la fecha (2023), tiene 7 hijos, 3 niñas y 4 varones. Una de las niñas con 14 años dejó de estudiar, cuida a sus hermanos y ahora trabaja en “el monte” como ellas dicen. A Sandra como mamá se le ve siempre descuidada. Sin embargo, ella sigue pensando en que Dios la bendice con sus niños a pesar de las penas. De sus 7 hijos, solo dos asisten al centro escolar por ser los más pequeños y además, reciben bolsa de alimentos y otros beneficios por estar inscritos.
También, está la historia de Brenda. A pesar de ser una mujer joven nunca estudió, apoyó a su mamá con los gastos de la casa desde temprana edad. Tiene una niña de 3 años y un bebé. Actualmente, “la educación ahorita en preprimaria “ no es importante.
Por otro lado, Rosa tiene 3 hijos, 2 varones y 1 niña. La pregunta que cualquiera se haría en este caso es: “¿y eso en que afecta?, es su vida”. Sin embargo, Rosa tiene a una niña de 5 años quien la observa y ve cada actitud de su mamá. La pequeña no quiere usar uniforme porque dice que tapa su cuerpo, en los recreos se aburre, que según esos juegos son de niños y que mejor quiere limpiar u ordenar la escuela porque eso si es de grandes, incluso quiere mantener conversaciones con temas de “adultos”.
En cada caso, los más afectados son los menores. Podemos notar que en los 3 casos prevalece la crianza de mamá, viven con mamá, mamá es el ejemplo y mamá es mujer. Cada una de ellas tuvo una crianza distinta, pero las tres han mantenido patrones culturales a raíz del machismo e ignorancia. Estos mismos patrones serán tomados inconscientemente por los niños y estos a su vez, repetirán las historias. Aunque, en Guatemala el papel o rol de la mujer ha cambiado, lamentablemente solo llega y salva a cierto porcentaje de mujeres en cada comunidad. Hablar desde el privilegio es muy sencillo, pero todo tiene una raíz sociocultural, estilo de crianza, pobreza y violencia intrafamiliar.
Como mujer, quisiera dar una solución, pero desde nuestros espacios es mínimo el cambio que podemos realizar, empoderar a las mujeres es más que decirles: “ánimo, te ves bien” “Déjalo, no te vas a morir por él” “hazlo por tus hijos”. Porque salir de ese laberinto es mas que eso.
Desde nuestras aulas, espacios, trabajos o comunidades procuremos a las niñas y a las mujeres, para darles o apoyarlas con alternativas, en escucha y estima. Evitando así, que los niños y niñas sigan siendo criados con patrones culturales tóxicos.