Usualmente estamos acostumbrados a que cuando se nos menciona la política debemos pensar en un hombre, énfasis en que sea hombre, dando un discurso a toda voz prometiendo cosas con un traje elegante en un meeting político, en un congresista cobrando un cheque con más ceros que esfuerzo o algo de esta naturaleza puesto que en nuestro imaginario colectivo la política no es más que el partidismo y la corrupción implícita en un sistema de partidos como el de Guatemala, si es que se le puede llamar así. No obstante, la Ciencia Política y la política son cosas distintas y trascienden totalmente de la política partidista.
La Ciencia Política es la ciencia social que se dedica al estudio de la teoría y praxis de las relaciones de poder y los actores que las realizan en sociedad, podríamos ahondar largas horas sobre la definición de ciencia política, pero para los fines prácticos de este texto nos basta con esta propia. Al tener definido el concepto de la Ciencia Política, está muy claro que el estudio de una ciencia y sus distintas teorías es mucho más complejo de lo que vemos a simple vista, que se requieren destrezas académicas para su correcta profundización y limitarla a la política partidista es reduccionista.
Mientras tanto y por su parte, la política es el conjunto de hechos y actividades que se relacionan para la obtención, ejercicio, mantención y pérdida del poder. Nuevamente para fines prácticos usaremos esta definición.
Partiendo de esta premisa, siempre he afirmado que la política está presente en todas las instituciones sociales, desde el Estado hasta la familia, desde un presidente que veta un presupuesto para menguar protestas sociales hasta un o una joven que persuade a su madre para que le permita ir a una fiesta, puesto que en la política se promulga como principal objeto el poder y este subyace no solo en la organización social o en los sistemas sino también en nuestra vida cotidiana. El poder es una capacidad, aquella capacidad de que algo suceda gracias a nuestra influencia, algo que quizá no hubiese pasado sin ella.
Pues bien, a este punto probablemente surja la duda de la relación que existe entre todo este preámbulo y el título de esta columna, está se consolida gracias una conclusión simple: algo tan cotidiano como el lenguaje también es parte de la política, los conceptos, los términos y sobretodo, las palabras.
A lo largo de la historia, los actores antagónicos han luchado por el poder desarrollándose a lo largo del tiempo, tal es el caso de la clase trabajadora y los propietarios de los medios de producción materializados en sus instituciones respectivas, los sindicatos y sus empresas empleadoras.
Los trabajadores han sido explotados por sus patrones de diversas formas, desde arduas jornadas laborales, salarios bajos, precarias condiciones de trabajo, hasta despidos injustificados y violaciones a las condiciones laborales dictadas en ley.
Para evitar estos abusos tan comunes deben existir los sindicatos, organizaciones de trabajadores cuyo fin debe ser el de defender los derechos, intereses y necesidades de sus miembros en función de sus condiciones de trabajo tomando las condiciones de ley como mínimas, siendo estas superadas por medio de la negociación colectiva. Por supuesto, dignificar las relaciones sociales de producción implica dignificar el trabajo y a los trabajadores y esto les exige a las empresas reducir, hasta cierto punto, sus ganancias.
Por esto, el trabajo se ha convertido en un mecanismo de dominación y represión estructural en vez de una actividad de realización personal en la cual, la fuerza de trabajo prestada es remunerada y para que este estatus continúe, los empleadores utilizan una estrategia básica, el clásico ‘divide et impera’
Esta estrategia de desarticulación está tan bien aplicada que actualmente vemos trabajadores que están en contra de su propio sindicato y protestan contra pactos colectivos, aún cuando gozan de los beneficios que este les otorga
Esta táctica subyace en el subconsciente de las y los trabajadores guatemaltecos puesto que la única forma que tienen los empresarios siendo minoría ante la clase trabajadora para alcanzar sus fines es dividirlos y por consecuencia, desarticular a los trabajadores organizados, los sindicatos.
Esta realidad nos lleva finalmente al punto central de este escrito el porqué es tan relevante cómo se dirigen los empleadores a sus empleados. La mejor forma de desarticular un sindicato es que sus trabajadores ignoren su contexto histórico y no se identifiquen con la clase trabajadora a la que pertenecen y esto se manifiesta de una forma más sutil de la que imaginamos como, por ejemplo: llamarles colaboradores en lugar de trabajadores.
Un colaborador, valga la redundancia, es alguien que colabora con otros u otras para un mismo fin u objetivo, no existe ningún trasfondo histórico en esto, esta palabra no le permite al individuo desarrollar pertenencia con su sindicato sino con la empresa con la que colabora y por si esto fuera poco, la remuneración económica no está implícita en este término mientras que en el de trabajador, sí. Por otro lado, el ser un trabajador tiene un peso inconmensurablemente superior, puesto que este término sí le permite identificarse con su organización y no solo con su organización sino con su clase social, la clase trabajadora asalariada, explotada y endeudada.
En conclusión, la mejor forma para combatir la explotación laboral y las condiciones de trabajo poco dignas son: la organización y la formación sindical para que por medio de una organización sólida, estable y fuerte los derechos de los trabajadores sean respetados y dignificados. Pero esto no es posible si el trabajador no está consciente de que realmente es un trabajador y no dimensiona todo el peso que serlo conlleva. Por esto es tan relevante para los propietarios de los medios de producción y de las grandes empresas, alienar a sus trabajadores bajo el término de “colaborador” y evitar que se organicen o se identifiquen con su clase social y para los sindicatos, tan importante formarse y organizarse para que el trabajo dignifique y no explote.
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Luch
Estudiante de Ciencia Política y sindicalista, firme defensor del pensamiento crítico como eje de la producción de conocimiento científico y defensor de la dignidad como la esencia de la vida. Comprometido con la organización social y política, la defensa de los derechos humanos y la transformación de la realidad social.