La fantasía del candidato presidencial perfecto y las consecuencias de la idealización política

Por varios años el Movimiento Semilla ha sido puesto en un pedestal por sus seguidores, quienes les dan muy poca libertad de ajustar sus estrategias o participación política a lo que sea más conveniente en el momento. Uno de los peligros de idealizar a un candidato político o un partido, radica en una expectativa poco razonable, ya que estos siempre harán lo que se considera correcto.

Cuando el binomio presidencial conformado por Bernardo Arévalo y Karin Herrera de Movimiento Semilla pasó a segunda vuelta, como resultado de las votaciones del 25 de junio fue un momento inesperado para la población que clamaba por un cambio. Entre estos cambios parecía que finalmente tendríamos un presidente que no repetía los mismos discursos homofóbicos de sus predecesores. 

Sin embargo, en preparación a la segunda vuelta empezaron a surgir múltiples campañas de desinformación que buscaban utilizar a la comunidad LGBTIQ+ como chivo expiatorio para desalentar el voto de sectores indecisos de la población indicando que, bajo la presidencia de Arévalo, iniciativas como el matrimonio y la adopción igualitaria serían aprobadas. A pesar de estos ataques, hay que preguntarse hasta qué punto es razonable esperar a que un candidato a la presidencia defienda a capa y espada un tema que puede costarle las elecciones y que, pese a su importancia, no tiene el mismo peso que otros problemas que afectan a Guatemala.

Si bien Arévalo denunció estas publicaciones como mentiras y campañas de desinformación a través de sus redes sociales, no reafirmó una postura de apoyo hacia la comunidad LGBTIQ+, ni tampoco denunció cómo estas publicaciones falsas buscaban avillanar a la comunidad y generar discursos de odio en contra de la diversidad sexual. Este distanciamiento por parte del ahora presidente electo hacia la comunidad fue percibido como una traición por muchas personas LGBTIQ+, quienes expresaron su descontento en redes sociales. 

Previo a la segunda vuelta, la última vez que Arévalo mostró apoyo públicamente a la comunidad fue el 19 de junio, después que se reportara un crimen de odio en la discoteca gay Black Club en la zona 1. “Nunca más un crimen de odio”, indicó Arévalo en una publicación en la red social X, “Nunca más la violencia contra alguien por su identidad de género, por sus creencias, por su orientación sexual.”

Es entendible que estas acciones se sientan como una traición para los miembros de la comunidad LGBTIQ+, quienes depositaron su confianza a Arévalo en las urnas. Es de cuestionarse si Arévalo hubiera hecho esa publicación denunciando el crimen de odio que sufrió Óscar Camey, un joven estudiante de arquitectura cuya vida fue arrebatada por el simple hecho de ser gay, si ese crimen hubiese ocurrido durante la campaña para la segunda vuelta. Pese a esto, es importante analizar el contexto político y sociocultural en el que nos encontramos en Guatemala para entender el motivo por el que un candidato como Arévalo optaría por no dar palabras de apoyo a la comunidad LGBTIQ+, cuando esto le pudiese haber costado votos valiosos en contra de Sandra Torres en las votaciones del 20 de agosto.

Guatemala, antes que nada, es un país conservador donde continuamente se tratan de aprobar iniciativas de ley que atacan la diversidad sexual y la habilidad de las mujeres para decidir sobre sus propios cuerpos detrás de un discurso de protección a la vida, la familia y la niñez. Entre ellas destacan las iniciativas 5272 y 5940. La lucha por los derechos LGBTIQ+ y la igualdad de género en Guatemala es ardua y la victoria aún se ve muy lejana. Incluso con la elección de Arévalo, es muy poco probable que estas situaciones cambien en los siguientes cuatro años. Por ello hay que priorizar lo que es posible lograr contra lo que, por el momento, únicamente pondría a grandes grupos de votantes en contra de su presidencia.

File:LGBT Pride Guatemala small.JPG" by Duffboy is licensed under CC BY 3.0

Por varios años el Movimiento Semilla ha sido puesto en un pedestal por sus seguidores, quienes les dan muy poca libertad de ajustar sus estrategias o participación política a lo que sea más conveniente en el momento. Uno de los peligros de idealizar a un candidato político o un partido, radica en una expectativa poco razonable, ya que estos siempre harán lo que se considera correcto. Y cuando la sociedad no esté de acuerdo, puede que se les tache de traidores, vendidos, o en el peor de los casos, corruptos. Llegar a este punto implica ignorar todos los otros factores externos que, nos guste o no, juegan un papel importante en el panorama político del país y que no pueden ser ignorados por un presidenciable con el fin de mantener felices a todos.

En su momento, presidentes de Estados Unidos como Barack Obama y Joe Biden, que actualmente se les reconoce como fuertes aliados de la comunidad LGBTIQ+, estaban en contra del matrimonio igualitario. Estas líneas de tiempo de la revista TIME y del periódico The New York Times muestran como Obama y Biden fueron evolucionando sus posturas sobre los derechos LGBTIQ+, hasta que ya fuese realista y viable efectuar cambios positivos en relación a temas de matrimonio igualitario y derechos de las personas trans. 

Este fenómeno no se limita únicamente a temas de diversidad sexual. El pasado 3 de noviembre, Arévalo sostuvo una reunión con Ricardo Quiñónez, alcalde de la ciudad capital, lo cual generó un repudio colectivo en redes sociales que lo único que denota es una falta de comprensión hacia el papel que debe cumplir el presidente a la hora de cultivar alianzas con otros sectores. No se puede esperar que Arévalo se encierre en una cámara de eco y no interactúe con funcionarios de oposición o sectores de la población que no se alinean completamente a su ideología. Ese tipo de inmadurez política puede pasar una factura muy cara durante su mandato y si queremos un cambio real, debemos pensar a largo plazo y eso va más allá de los siguientes cuatro años.

Estos cambios no ocurren de la noche a la mañana y quien logre dichos cambios debe saber adaptarse antes las presiones sociales que eso conlleva. Un político inteligente debe mantener cerca a sus aliados, pero aún más cerca a sus oponentes. Dadas las circunstancias, podemos estar de acuerdo que no hay partido ni candidato político perfecto, menos en Guatemala, por lo que hay situaciones donde se debe sacrificar el idealismo en nombre del pragmatismo y dejar a un lado nuestros propios intereses para poder sentar las bases que nos permitan trabajar por una mejor Guatemala. 

No se trata de excusar a Arévalo ni restarle responsabilidad, sino de invitar a la población a darle el beneficio de la duda a un candidato que, hasta ahora, ha mostrado estar del lado del pueblo y que hasta la fecha le siguen poniendo obstáculos para que logre tomar posesión el 14 de enero. El tiempo revelará la verdadera postura de Arévalo sobre estos temas y una vez esté en el poder, es nuestra responsabilidad exigirle. Pero en lo que llega ese momento, concentrémonos en defender la democracia y evitar que un golpe de Estado nos robe lo que podría ser la mejor presidencia que ha visto este país en muchos años.

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