Parte 2
Richard tomó su chaqueta junto con el revólver acercándose a la puerta. Esta noche no llevaría linterna debido a que los actos caníbales habían producido alarma en la población, por lo cual habían colocado vigías a lo largo del cementerio. Únicamente llevó su cuchillo y se sumió en aquella oscuridad.
Luego de caminar por 2 horas, comenzó una intensa lluvia, que inundó los caminos y produjo lodo espeso, el cual causaba la dificultad de avanzar. Al llegar al cementerio y traspasar los matorrales, Richard se dirigió al área común donde se encontraban los cadáveres fétidos.
Antes de continuar con la lectura de este relato de terror, te recomendamos leer la primera parte por acá: “La traición de Dios“
Escaló sobre pilas de personas muertas y cuyos cuerpos explotan tras ser pisados, con la finalidad de alcanzar los cuerpos más “frescos”. Atando una cuerda a sus pies les arrastraba hasta las orillas de aquellas montañas de carne. Bajo aquella intensa lluvia tomaba un cuchillo afilado el cual iba atado a su talón, y comenzaba la disección.
Esta vez su encargo había sido tomar el corazón de 2 personas, una joven entre los 15 a 20 años y un chico que cumpliera con los mismos requisitos. Empezó por el muchacho, parecía ser un trabajador más. Le hacían falta 2 dedos de su mano izquierda y parecía que había sido torturado por las múltiples heridas en su cuerpo.
Richard no le tomó gran importancia, pues en las guerras la muerte es común, aunque su temor aumentaba porque parecía no estar solo. Con temblor abrió el pecho del muchacho y sin pensarlo mucho le arranco el corazón, esta vez había sido mal ejecutado el corte. El órgano salió casi destrozado, pero se remitió a guardarlo en su bolsillo, tan pronto acabó se dirigió al cuerpo de la joven.
Iniciaron los relámpagos en el cielo, los cuales permitían destellos de luz. Fue allí donde Richard observó la belleza de aquella mujer, era perfecta. Sus labios aún tenían color y sus mejillas poseían rubor dando la apariencia de estar viva. Vestía un traje bastante atractivo. Era poco creíble que dicha joven hubiera muerto a tan temprana edad y con tal atractivo.
Rápidamente, Richard intentó constatar sus signos vitales, pero eran nulos. O bueno quizá eso se hizo creer así mismo. Dado que aquella mujer aún se encontraba con signos vitales ya que había sido víctima de un traumatismo en la parte posterior de la cabeza, lo cual la dejó en ese estado. Llevándola a percibir como un cadáver.
Fue en ese instante cuando Richard se vio tentado a cometer el acto más repulsivo que puede cometerse hacia los muertos. En su afán de obtener placer y asegurar que su acto repugnante no fuera investigado, se planteó la idea de tomar aquella mujer y posteriormente matarla como lo hacían los caníbales, morder cada parte del cuerpo además de desgarrar su interior, obteniendo su corazón.
¿Quién podría investigar dicho crimen? Pues la mujer ya estaría muerta y nadie sabría de su pecado. Sus huellas serían cubiertas por las costumbres de los niños necrófagos. Tomando a la joven del cuello la levantó y la arrastró a la tumba más cercana, mientras el cuerpo aún sangraba por la hemorragia causada, Richard comenzaba su degenere.
Antes de que este acto inmoral ocurriese, se pudo escuchar las olas de mar agitándose por todo el cementerio. Fue algo inaudito escuchar ese sonido allí, parecía un mar embravecido acercándose a él. Con temor Richard regresó la vista y pudo observar una masa de carne abismal, fétida y compuesta de miles de cadáveres los cuales movían sus extremidades además de visualizar las expresiones de sus rostros.
Tal masa carnal despedía un sinfín de líquidos putrefactos y dejaba tras de sí, las entrañas de quienes una vez estuvieron vivos. Richard tras encarar dicha criatura intentó defenderse con su inútil arma, pero una avalancha de carne cayó sobre él. Allí debajo de ese mar de muertos quienes estrujaban su cuerpo, intentó suplicar a Dios, pidiendo perdón por sus pecados y clamando por misericordia.
Sollozaba en silencio y se arrepentía por lo que había hecho. Aquella masa de carne lo empujó hacia el exterior. Richard gritó a los cielos agradeciendo a Dios por el perdón, pero dudo mucho que este lo haya perdonado. Lo que sucedió después fue alucinante.
Aquella bestia había lanzado a tal grotesco hombre frente a los niños caníbales, quienes se veían arrodillados ante su “Dios” agradeciendo por su bondad y el remanente de pacto entre humanos y deidades innombrables. Tal vez Richard creía que Dios no existía más, pero he de ser claro. Dios no es el único que existe entre nosotros.
Los muchachos se abalanzaron sobre el hombre sin temor alguno, empezando a morder y desgarrar su piel. Pero no podía luchar, sus extremidades se encontraban rotas y sus gritos eran ensordecedores por el dolor que sufría. Suplicaba misericordia por su acto, tratando de argumentar que fue la primera vez que lo hizo. Aunque yo fui testigo de varios actos de esa calamidad.
Mientras era devorado en vida, uno de los más pequeños se acercó a su rostro y con sus manos sacó los ojos de sus cuencas, tragándose uno por uno. Por último, abrieron su pecho y con gran odio arrancaron su corazón. A decir verdad, estos cultistas no veían con agrado su corazón. Únicamente, fue atravesado por la cruz de la tumba de uno de los muchos santos que allí descansan.
Luego de esto, aquella marea de cuerpos se retiró y los niños regresaron a los mausoleos donde suelen habitar. Al llegar la mañana, su cuerpo fue hallado entre lodo y consumido por los caníbales.
Su pregunta fue respondida.
Dios se hartó del hombre y lo abandonó a su suerte. Sin embargo, hay ciertas leyes que incluso la creación de Dios debe respetar, de lo contrario los muertos y las deidades te harán pagar por tus ofensas.
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Oscar Guzmán
Estudiante de Ciencia Política y voluntario en diferentes organizaciones. Me considero un individuo cuyo deseo es el mejoramiento del medio ambiente y el restablecimiento de los recursos naturales, mediante los procesos políticos.
1 comentario
Hola si te gusto, mi relato seria para mi un placer leer tu comentario, además te invito a unirte a este universo literario. Donde el horror y el degenere humano es visto como un suceso común del día a día.