Colaboración: Hugo G. Xicará
Primero, aclaro que tomo la acepción de laico en el sentido religioso que define a la persona que no ha recibido ningún grado del sacramento del orden sacerdotal.
Inicia toda la época electoral que nos llevará a elegir autoridades gubernamentales en los próximos meses, donde todos queremos tener opciones que nos parezcan que van a aportar al cambio que llevamos esperando desde hace más de 3 décadas en la vida democrática. El problema es cuando queremos nuevos y buenos rostros pero no queremos comprometernos porque nos parece que todo está podrido y nos da miedo caer en la “tentación” si le entramos al modelo actual.
El modelo no va a cambiar si no empezamos a involucrarnos en lo ya existente, con la legislación y estructura actual no es posible un cambio de la noche a la mañana, todo está preparado para que nos tiremos al agua y nademos hasta donde podamos, con altas posibilidades de ahogarnos en el intento. ¿Entonces cuál es el camino?
Como cristianos, en mi caso católico, debemos arriesgarnos para ver cómo podemos aportar a ser opciones para otros o bien apoyar a aquellos que sean de probada credibilidad de acuerdo a los valores del evangelio. Hay muchas personas que sin participar de forma regular en la vida eclesial son buenas opciones y tienen buenos propósitos, educados y comprometidos con principios éticos que para nada contradicen los valores del evangelio. No importa que sea para un cargo pequeño o uno grande, lo importante es ir inyectando al sistema que hoy prevalece, que no nos tiene nada contentos, de elementos que poco a poco harán la diferencia.
Apoyar a alguien no es solo hacerlo llegar al puesto para el que se ha postulado, apoyarlo es acompañarlo en la lucha que le toque hacer por cambiar las estructuras a las que pase a formar parte. He conocido maestros que al querer hacer cambios para bien en una escuela, tienen como mayor obstáculo a sus propios compañeros, a esas personas hay que apoyar, y no porque voy a recibir algo a cambio o porque esa persona es de mi grupo, hay que apoyarlo porque tiene buenas intenciones y quiere el bien para los demás. Y así, habrán muchas historias más que contar de muchas instituciones públicas en donde a quienes quieren hacer el bien, no les es fácil alcanzarlo.
Es el momento, no solo con el voto, para que de forma directa o indirecta aportemos a construir nuevos modelos de gobernanza, que velen por los más desvalidos y necesitados. El plan de salvación no se llevó de la noche a la mañana, es todo un proceso y a eso estamos llamados todos los laicos: a construir el mundo que queremos desde donde estamos. Queremos buenas opciones para elegir, muy bien, construyámoslas, siendo opciones o apoyando a aquellos que puedan serlo de acuerdo a los principios evangélicos de justicia, equidad, solidaridad, etc.
Hoy es el momento para entrarle, mañana puede ya puede ser muy tarde.