La participación de la mujer y su papel infravalorado en la sociedad ha sido una problemática con la que se ha luchado durante siglos en la historia. La sociedad se ha encargado de asignarle un solo rol a la mujer, en donde la mayoría de las veces no es escuchada y no participa activamente en movimientos políticos.
Generalmente, a la mujer se le asocia el papel del cuidado del hogar, de maternidad, atender al esposo y lo privado ¿Cuántas veces no hemos escuchado que es el esposo de un matrimonio quien debe trabajar? ¿Y la esposa cuida a los hijos quedándose en casa? Gracias a este “papel privado” que se le ha impuesto, esta no participa en la política ya que el hombre es quien tiene el rol de encargarse del papel público: de tener un ambiente laboral, de opinar de la economía y vida política.
Estos roles creados por la sociedad son los que llevan el poder político a unas pocas personas, en donde la mayoría son hombres.
Hablemos de historia: las mujeres no tenían capacidad de razonar
Las causas de la desigualdad más antiguas entre hombres y mujeres se remontan desde el siglo XVIII. La Ilustración fue una época en donde se consideró a la razón cualidad del hombre, no de la mujer.
Según la teoría de género, las raíces de la desigualdad entre hombres y mujeres en la política tiene origen en la Ilustración. El hombre al ser un ente razonante podía opinar de diversos temas, tenía autonomía e individualidad lo que le llevaba a tener ciudadanía; mientras que la mujer al no tener estas cualidades propias del hombre no era considerada ciudadana.
Por último, en 1789 se proclamó la Declaración de Derechos del Hombre y Ciudadano en donde se excluía totalmente a la mujer de temas políticos y jurídicos; esto creó cuestionamientos y críticas ante un sistema desigual y excluyente, por lo que en 1791 se proclamó la Declaración de los Derechos de la Mujer y Ciudadanía, un documento que exigía por primera vez igualdad para los dos géneros.
Es importante hacer mención ya que estos acontecimientos crearon barreras para el género femenino: culturales, socioeconómicas y políticas. A su vez estos estereotipos creados por la sociedad nos hacen creer aún que las mujeres no pueden ocupar el poder de los hombres.
En Latinoamérica sólo 13 mujeres han ocupado el cargo de presidencia
En el ámbito de participación y partidos políticos el número de mujeres es reducido.
La participación política de las mujeres tuvo su inicio en la década de 1944 durante la Revolución de Octubre, pero a pesar de estos movimientos las mujeres no lideraban, solamente se afiliaban a partidos en puestos de organización, no de candidatura. Esto hace evidencia a la cultura de autoritarismo y machismo en la jerarquía de poderes de un partido político.
En las elecciones de Guatemala en junio de 2019, de 160 diputados, las estadísticas demuestran que únicamente fueron electas 31 diputadas mujeres, lo que representa un 19.3%.
En la República de Guatemala la situación es aún más drástica, solamente fueron electas 12 alcaldesas, lo que representa el 3.54% del total de 340 Alcaldías. (Revista Demo Amlat, 2021).
Y fue hasta el pasado 14 de enero de 2022 en que la diputada Shirley Johanna Rivera Zaldaña se convirtió en la tercera mujer en la historia en presidir el Congreso de la República de Guatemala. “La última vez que una mujer ocupó el más alto cargo en el Legislativo fue en 1997, por medio de Arabella Castro Quiñónez.” Anuncia la página oficial del Congreso de la República.
La compilación de Demo Amlat “América Latina: entre avances y retrocesos democráticos” en su apartado “Política y mujeres: un camino aún por recorrer en Guatemala” señala que las cifras promedio de representación parlamentaria son del 19.3% y en el ámbito municipal del 3.54% (siendo un país donde el 51% de la población es femenina). Y esto no es solamente en el territorio guatemalteco: Latinoamérica ha tenido solamente 13 mujeres presidentas en su historia, este año podría ser la excepción ya que tres mujeres buscan la presidencia y cinco la vicepresidencia.
¿Paridad y cuotas de género?
Guatemala ha luchado contra la desigualdad de género, pero no ha optado por soluciones que muestran un cambio. Si bien, existen normas jurídicas de la Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer (CEDAW) que regulan este problema como: Artículo 2, orienta a los Estados a eliminar la discriminación contra la mujer; Artículo 4, a adoptar medidas especiales de carácter temporal encaminadas a acelerar la igualdad de facto entre hombres y mujeres; Artículos 7 y 8, llaman a la eliminación de la discriminación contra las mujeres en la vida política y pública del país y a garantizar su participación en igualdad de condiciones para ocupar cargos y ejercer funciones públicas a nivel nacional e internacional.
Es necesario optar por medidas más dinámicas que varios países de América Latina están utilizando como las cuotas de género y la paridad que pueden llegar a ser una solución de gran impacto. Las cuotas de género son una medida en donde se regula por la constitución y se obliga a incluir un número mínimo de mujeres en los partidos políticos. La paridad por otro lado busca garantizar el equilibro entre mujeres y hombres, implica que ningún género tenga más de 40% de los cargos o, en su versión más radical, establece una distribución de 50% a 50%.
Solo llegaremos a la verdadera democracia que nuestra Carta Magna establece como sistema político, si se democratizan los partidos políticos excluyentes y se busca la igualdad entre los dos géneros. De lo contrario, seguiremos viviendo en una democracia de fachada que mantiene el poder en unos cuantos y deja por un lado las necesidades y derecho de alzar la voz en temas políticos a las mujeres, retrocediendo así, al siglo XVIII.
Guadalupe Zabaleta
Estudiante de Derecho y Odontología. No vivo para ser una mujer ordinaria. Interesada por el saber y promulgación de la realidad nacional, defensora de derechos indígenas y de la mujer. Amante del cine y arte.