Realmente se nos olvida que superpoderes en definitiva, no tenemos, que existen otras situaciones personales y si, como todos en esta vida adulta… pero, nosotros, los docentes vivimos y estamos al servicio o cuidado de otros seres humanos. Nuestra energía se proyecta y en ocasiones somos ese lugar seguro para muchos peques.
Cuidar de nuestra salud mental debería ser un requisito fundamental para todos en los ámbitos a desarrollarse y ejercer. Últimamente, he reconocido a nivel personal que estar bien y reconocer muchas emociones en mí, me permite ayudar a mis pequeños a canalizar y entender muchas de las emociones que surgen.
Tengo días de “bajón”, me siento triste, cansada, frustrada y eso no implica que no ame mi trabajo, pero ser maestro a veces se siente como el no tener derecho a estar “mal” porque nuestros pequeños dependen de nosotros. Reconocer que cada niño nos aporta una dosis de energía es vital para no decaer e intentar cada día mejorar a nivel personal y profesional.
El otro día en tiktok veía un video en el que decía “mis niños me han visto en mis peores momentos, tras una ruptura, tras un duelo, en enfermedad y etc.” y sin saberlo son quienes nos mantienen a flote.
y bueno, después de romantizar mi ámbito laboral, también está lo divertido y caótico: en la escuela los niños, después de ser superhéroes, esconden la refacción, empujan en la fila, comen goma o moquitos, no quieren prestar juguetes, entre hermanos o primos se pelean, cuentan los secretos de mamá o papá, cuentan chistes, dicen mentiras piadosas, son competitivos, están los extrovertidos, los tímidos, los que quieren ser cargados por la maestra… pero a todo esto, cantan, bailan, ríen, aprenden, enseñan a los más pequeños y sobre todo aman mucho ¿se imaginaban todo esto en preescolar? Pues cada día se vive una aventura diferente y aunque ¡no quiera ir a la escuela! SOY LA MAESTRA.