Personalidad dopaminérgica: ¿Qué es lo que nos hace a los humanos tan especiales?

Muchas veces nos preguntamos qué es lo que realmente nos motiva mejorar nuestro futuro, motivación que se puede traducir en acciones concretas o pensamientos concretos. Como todos los seres vivos, nuestras acciones o comportamientos se basan en dos principios fundamentales, la búsqueda del placer y la evasión del dolor. Existe un neurotransmisor que se encuentra detrás de todo este complejo sistema de recompensa y castigo, la dopamina.

A lo largo de la historia se han planteado múltiples teorías sobre la evolución del comportamiento humano que han buscado dar respuesta a la interrogante de cómo es que nuestros cerebros evolucionaron de una manera tan compleja que explica nuestras habilidades y personalidades tan únicas como especie. Una de las más interesantes es la planteada por el Neurocientífico Fred Previc, en la cual establece que son los altos niveles de dopamina, uno de los neurotransmisores más ampliamente estudiados hasta la fecha, los que explican la mayor parte de la conducta del ser humano actual. 

Imagen: asociacioneducar.com

Para tener un contexto de la importancia de las moléculas que utiliza nuestro sistema nervioso para la transmisión de mensajes y por ende el control del organismo, tenemos que entender a nivel funcional y estructural los sistemas biológicos y moleculares que rigen este sistema tan complejo de control. En el plano de lo estructural, específicamente a nivel tisular, se ha establecido que el tejido nervioso se compone de dos tipos de células: neuronas y células gliales o neuroglía. Las neuronas son las encargadas de orquestar los sucesos que comprenden los mecanismos de control corporal tanto voluntario como involuntario, por medio de sus múltiples interconexiones, las llamadas redes neuronales. Para que se puedan establecer dichas redes, es primordial que las neuronas se puedan comunicar de alguna manera, existiendo dos formas fisiológicas, una es por estímulos eléctricos lo que se le llama sinapsis eléctrica, y la otra es por medio de moléculas que se unen a receptores, las cuales son llamadas neurotransmisores, lo que da origen a las sinapsis químicas.

Entrando en el plano de lo fisiológico o funcional, tenemos que entender que los neurotransmisores no tienen una función única específica, sino que depende de las redes en las que están involucrados para determinar así su función que puede ser activadora o inhibidora, y así realizar una función específica. En el caso de la dopamina, es un neurotransmisor que está usualmente ligado con el placer. Pero realmente no es esta su función a pesar de lo que muchas personas creen. La dopamina interviene en múltiples redes neuronales, entre ellas las más conocidas son las redes nigroestriatal, mesolímbica y mesocortical. La primera es una red que tiene relevancia en el control de movimientos finos voluntarios, es por ello que alteraciones en este circuito pueden llegar a desencadenar trastornos neurológicos sumamente complejos y devastadores como lo es la enfermedad de Parkinson, asociada a sintomatología como temblor en reposo, lentitud de movimientos o bradicinesia y rigidez. Por otra parte, las otras redes neuronales tienen importancia en lo que se conoce como el sistema de recompensa y castigo, en pocas palabras, son las redes que determinan la motivación de las acciones del ser humano. 

El otro nombre que recibe el circuito mesolímbico es el circuito del deseo, mientras que el correspondiente al circuito mesocortical es el circuito del control. Ambos trabajan en armonía para establecer los patrones conductuales de cada persona. Estos circuitos están ligados al pensamiento en el futuro, a la imaginación y a los sueños. La dopamina por consiguiente tiene mucho que ver con lo abstracto, con lo que no ha pasado aún, con lo que realmente no existe directamente en el mundo perceptible a través de nuestros sentidos, sino únicamente en nuestras mentes. Por otra parte, existen otros neurotransmisores que, si se enfocan en el presente, en la percepción inmediata del mundo, los cuales son principalmente la serotonina, la oxitocina y las endorfinas. A este grupo de neurotransmisores se les conoce también como “moléculas del aquí y ahora”. 

La humanidad no tiene muchas diferencias generales en cuanto a funcionamiento si se compara con otras especies, al final de cuentas, todos los seres vivos se rigen por la ley del imperativo homeostático, centrado en la búsqueda de la supervivencia, de la reproducción y de la continuación de la especie. La dopamina marcó una clara diferencia en el Homo sapiens, debido a que nos permitió imaginar cosas que no existen en el mundo, por consiguiente, plantear nuevas posibilidades, pensar en cómo solucionar problemas de maneras distintas optimizando los recursos que se tienen a la mano. Nos permitió visualizar cómo queremos el futuro, dándonos placer imaginando cómo podríamos estar mejor. Es la molécula que ha hecho que nuestra civilización haya tenido avances y descubrimientos que nos han hecho más conscientes del verdadero funcionamiento de nuestro mundo, incluso del funcionamiento de nosotros mismos. Es la que ha despertado nuestra curiosidad por conocer más, por mejorar en todos los aspectos posibles, lo que ha hecho que generación tras generación nos intentemos superar, pero también la que ha inflado nuestro ego hasta el punto de creernos seres creados por una fuerza superior en la naturaleza, seres que son la imagen y semejanza de una divinidad, cuando realmente solo somos parte de la misma naturaleza. Como decía una de las frases célebres del famoso divulgador científico:

Carl Sagan

Somos el universo contemplándose a sí mismo

Imagen: freepik.es

Existe el dilema de si realmente hoy en día es necesario para nuestro bienestar estar dotado de una personalidad dopaminérgica, pero realmente se trata de llegar a un equilibrio entre el pensamiento constante de mejora en el futuro con la capacidad para disfrutar plenamente de nuestro presente, nuestras relaciones sociales y nuestra relación con nosotros mismos. Quienes preferimos una vida plena y feliz tenemos una tarea, encontrar armonía. Debemos superar la seducción de la interminable estimulación dopaminérgica y darle la espalda a nuestra sed infinita de “más”. Es la labor conjunta de la realidad sensorial y el pensamiento abstracto lo que libera todo el potencial del cerebro

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