Pineda no es un candidato ajeno a la caricaturización política. En el pasado, hemos tenido presidentes provenientes del mundo empresarial como Oscar Berger o Álvaro Arzú, así como figuras carismáticas del oriente del país como Alfonso Portillo. También, hemos presenciado líderes que prometían mano dura tal como Otto Pérez Molina, o bien, Alejandro Giammattei, e incluso outsiders como Jimmy Morales. La única diferencia entre ellos y Pineda radica en su hábil manejo de las redes sociales, donde ha logrado una proyección extraordinaria. Su estrategia de utilizar a “Mechito y el Patrón” es impresionante y es probable que en el futuro surjan más personajes similares respaldando a otros candidatos.
Nemesio Román Jiménez, conocido popularmente como Mechito, ha conquistado el corazón de muchos guatemaltecos y migrantes gracias a su estilo vulgar de expresión (hasta soez), que ha resonado en una población privada de entretenimiento durante la pandemia y los confinamientos del 2020. Cada TikTok que vemos de Pineda junto a Mechito evoca un profundo sentimiento de nostalgia en los comentarios. Se pueden apreciar expresiones de añoranza hacia la idiosincrasia del guatemalteco rural, como si se tratara de un producto que despierta una nostálgica admiración. No obstante, es innegable que este fenómeno combinado con el carisma inconfundible de Pineda, ha dado lugar a un personaje sumamente popular que ha sabido aprovechar las redes sociales para expandir de manera exponencial su fama.
Gracias a esta abrumadora fama, Carlos Pineda ha logrado desplazar a varios candidatos. Desde aquellos provenientes de sectores progresistas que históricamente han obtenido menos del 10% de los votos, hasta los candidatos oficialistas y aliados, respaldados por una maquinaria política oscura que busca codiciosamente mantenerse en el poder. Es precisamente en este punto donde reside el auténtico peligro que acecha a la política guatemalteca. La capacidad de Pineda para captar la atención y el apoyo popular está generando una ruptura en el tradicional panorama político. La figura de Pineda respaldada por su habilidad para conectar con el corazón del pueblo guatemalteco y su creciente influencia en las redes sociales, ha logrado desestabilizar los esquemas preestablecidos de la política.
Este fenómeno no solo afecta a los sectores progresistas, marginados históricamente, sino también a los candidatos oficialistas que se aferran a un poder construido sobre cimientos poco transparentes.
Desde los sectores progresistas, anticorrupción y antipopulistas, la figura de Pineda es percibida como una continuación del gobierno de Giammattei. Esto se debe a que comparte una actitud hostil hacia la prensa, evitando su escrutinio y adoptando una postura victimista cuando se le cuestiona. A pesar de pretender ser una figura pública sujeta a una constante fiscalización, Pineda muestra una clara aversión a la crítica, llamando a todo “netcenter”, por lo que los verdaderos netcenters pasan desapercibidos. Durante el actual período político, tanto la política estatal como la política criminal han llevado una alarmante criminalización de la prensa y a la supresión de la libertad de expresión. Este contexto, donde la prensa y otros medios de comunicación independientes son asediados y restringidos en su labor, genera una gran preocupación. La negativa de Pineda a aceptar críticas y a abrirse al diálogo público plantea serias interrogantes sobre su capacidad para gobernar de manera transparente y democrática.
Además, resulta preocupante la presencia de figuras cuestionables como las de antiguos pertenecientes al Consejo Nacional de la Juventud (CONJUVE), supuestos vinculados con el narcotráfico y rostros familiares de la política tradicional en el partido político de Pineda, quienes aspiran a distintas candidaturas, desde diputaciones hasta alcaldías. Esta situación genera una inquietud adicional, ya que el propio Pineda ha argumentado su incapacidad para controlar todas las acciones de “su partido” y ha sugerido que el desempeño de los diputados no afecta al del presidente.
Esta postura revela una clara falta de responsabilidad y establece una excusa anticipada en caso de posibles malas acciones por parte de los diputados que Pineda pretende posicionar gracias a su fama. Asimismo, es alarmante que el candidato a la vicepresidencia, “el Patrón” Efraín Orozco, elegido por Pineda también carezca de conocimientos políticos, algo que el propio Pineda reconoció en una conferencia de prensa convocada el 22 de mayo.
Por otro lado, desde el sector oficialista y sus afines, Carlos Pineda representa un peligro inminente que amenaza con frustrar los planes de una candidata que ha estado trabajando arduamente para alcanzar el poder durante mucho tiempo. El actual contexto sociopolítico facilita la cooptación de todas las instituciones estatales. Existen casos emblemáticos que evidencian esta preocupante situación. Por ejemplo, la controversia en torno al fraude y la imposición del rector en la Universidad de San Carlos de Guatemala (USAC) continúa sin resolverse. Existen otros ejemplos igualmente alarmantes:
Las elecciones al Comité Olímpico Guatemalteco (COG), ya que el resultado de dichas elecciones llevó a la expulsión parcial del comité por parte del Comité Olímpico Internacional (COI) por la violación a la autonomía deportiva, lo cual ha dejado a los deportistas guatemaltecos sin la posibilidad de representar directamente al país en competiciones olímpicas.
Además, la elección del Fiscal General del Ministerio Público (MP) también estuvo envuelta en controversia, ya que la Corte de Constitucionalidad (CC) exigió la inclusión de Consuelo Porras en la lista final de candidatos. Igualmente, es preocupante que la Corte Suprema de Justicia (CSJ) no haya elegido nuevos magistrados y más aún, que haya reintegrado a un personaje señalado por actos de corrupción. Además, se señala que la actual composición de la Corte de Constitucionalidad incluye a dos magistrados directamente vinculados a la candidata que nos impondrán en las próximas elecciones.
Durante muchos años se ha venido tejiendo un entramado político y financiero que ha implicado el movimiento de una gran cantidad de recursos. Por lo tanto, resulta inaceptable que un personaje relativamente nuevo en la política nacional pretenda frustrar los planes de captura del poder por parte de la candidata. Aunque Carlos Pineda no representa una amenaza directa para las élites económicas o sociales (status quo), sí representa un peligro para la clase política establecida, que ha venido asegurando su dominio en las sombras. En el contexto político actual, todas las instituciones han sido cooptadas y las organizaciones de derechos humanos enfrentan serias amenazas, creando un ambiente similar al de Nicaragua. En este panorama, resulta crucial hacerse del poder porque no se sabe si en un futuro la USAC pueda recuperar la dignidad, que haya independencia judicial, o que el Ministerio Público deje de ejercer una especie de derecho penal del enemigo.
Las ambiciones políticas de Carlos Pineda están destinadas a llegar a un abrupto final si se le excluye de la contienda electoral. Esto no es algo nuevo, ya que ha ocurrido previamente con otros candidatos que se encontraban en posiciones destacadas en las elecciones de 2019. Los ejemplos claros de esto son: los casos de Roberto Arzú y Thelma Cabrera, cuyas candidaturas fueron excluidas. También, poniendo en peligro la candidatura de Edmond Mulet. Es preocupante y triste observar cómo en el escenario político guatemalteco, se toman medidas para descalificar y excluir a aquellos candidatos que amenazan la imposición de cierta candidata.