En lo posible, nuestra postura política debe ir separada de nuestra ideología. Nuestras creencias, la explicación del mundo, lo que aprendemos como bases morales, son aspectos ideológicos que se construyen dentro de un marco social específico. Como ser individual, la explicación que le doy a las cosas a mi alrededor, nuestras reglas sociales, comportamentales y psicológicas van guiadas con saberes aprendidos.
Las religiones son enseñadas desde la infancia y más de una persona ha cambiado de religión. Independientemente de cuál, la libertad que se tiene para ello debe aplicarse a cualquier cambio que queramos como individuos. No solo existe la libertad de credo, el espiritualismo, el ateísmo también deben ser respetados y debemos considerar estas posturas como parte de nuestro día a día, ya que cada uno vive su realidad con base en lo que experimenta como ser individual.
La política es una discusión colectiva que se desarrolla en sociedades como la nuestra, en donde compartimos espacios, recursos e ideas. Cuando lo que compartimos entra en conflicto o necesita del trabajo social, esa colectividad se vuelve política. Cada trabajo público debe considerar la diversidad y capacidad de su sociedad y como ningún ser humano es omnipotente para conocer todas las realidades sociales, se necesita de la diversidad social para que pueda ser posible la equidad colectiva.
La razón por la que la diversidad rompe constantemente con normativas sociales se debe a la construcción básica de las sociedades en la actualidad, históricamente se han construido impuestas a base de guerras, por imposición religiosa, por intereses económicos o invasión de territorio, lo cual no permitió que lo político se democratizara y por ende, la libertad del pensamiento y la diversidad de nuestras sociedades se vio envuelta en desarrollos autoritarios, totalitarios.
Al no reconocer la aparición de nuevas maneras de vivir, que cabe resaltar son inevitables, ya que como seres vivos estamos en constante desarrollo evolutivo, sea psicológico, físico o espiritual, nuestra misma naturaleza exige que el entorno cambie según nuestras necesidades. Estos cambios forman exigencias públicas que se vuelven discusiones políticas. Sin embargo, históricamente dichas discusiones se dieron alrededor de intereses específicos de subgrupos de poder que desarrollaron métodos violentos para someter esos intereses a la población en general.
Ejemplos como la discapacidad, el racismo, la diversidad sexual, identidad de género, el papel de la mujer en la sociedad, el veganismo, el desastre ambiental y la lucha de los pueblos originarios se desarrollan en luchas colectivas y cada una de estas luchas se ha sepultado en la violencia, porque la política se vuelve ideológica, blanca y burguesa.
Quién cree que como especie humana estamos en la cúspide de la evolución no se fijará en la necesidad de reconocer otras formas de vida o maneras de vivir y se dejará siempre de lado lo que consideramos ajeno a nuestra realidad como individuos, por lo que hay una necesidad de concederle el espacio a los que representan esas diversidades en la colectividad.
El cómo discernir entre las necesidades, lo que es posible y lo que puede llegar a ser, así como las implicaciones que tienen los cambios en la sociedad y como esta debe desarrollarse, actualmente queda en manos de la democracia. Sin embargo, no hay que olvidar que ser demócrata no es sinónimo de ser neutral, considerar los discursos de dos partes en conflicto requiere un trabajo riguroso y que muchas veces se considera un punto medio. No obstante, no siempre esa postura funciona para la resolución de conflictos sociales. El ejemplo más claro es la declaración de los pedófilos intentando exteriorizar su perversidad, como un tipo de “orientación sexual”, ¿podría considerarse una postura neutral ante esta situación? No. Definitivamente, hay que tener claro el aspecto democrático como un debate político, pero no como una postura neutral.
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Mishelle Sandoval
Estudiante de Ciencias psicológicas