En el 2011 un grupo de 36 mujeres maya Achi de Rabinal, Baja Verapaz denunciaron que fueron víctimas de violencia sexual en la época del Conflicto Armado Interno. Sin embargo, el juicio empezó una década después y finalmente, en enero del 2022 se logró justicia para las mujeres Achi. Los acusados recibieron una sentencia condenatoria de 30 y 40 años.
La fiscalía únicamente procesó a los acusados de cometer los crímenes contra 5 mujeres. Cuando el caso inicialmente buscaba responsabilizar a los militares que tenían a su cargo a soldados y patrulleros. Pero la fiscalía nuevamente decidió perseguir solamente a los hombres que las víctimas lograron reconocer: Benvenuto Ruíz Aquino, Bernardo Ruíz Aquino, Damián Cuxum Alvarado, Gabriel Cuxum Alvarado y Francisco Cuxum Alvarado.
Pero ¿Quiénes son estos hombres? ¿Qué cargos ocupaban?
Ellos son ex Patrulleros de Autodefensa Civil (PAC). Si nos remontamos en la historia, sabemos que fueron grupos paramilitares. No obstante, un informe del Centro de Derechos Humanos Robert F. Kennedy que habla de las PAC, indica que los miembros, “matan, detienen y amenazan a los miembros de sus comunidades”.
Actualmente, se retoma este tema en el caso de las mujeres Achi y se hace referencia a los actos criminales de los ex patrulleros. Yassmin Barrios, Patricia Bustamente y Gervi Sical, miembros del Tribunal de Mayor Riesgo “A” indicaron que: “A las mujeres las utilizaron para satisfacerse sexualmente, tratándolas peor que animales, obligándolas a tener relaciones sexuales en forma violenta, a través de la fuerza, amarrándolas, amenazándolas con armas o indicándoles que las matarían si no accedían a estar con ellos”
Durante el debate oral del sexto día, los peritos y testigos pudieron expresarse. Arsenio García Cores realizó un análisis de estándares internacionales de credibilidad en casos de violaciones de derechos humanos y dio a conocer que los testimonios de las mujeres cumplen con el estándar internacional de credibilidad aplicable.
También confirmó que los testimonios coinciden en:
- Quema de casas
- Tortura física y sexual
- Desplazamiento forzado
- Robo de objetos y animales
- Violencia y esclavitud sexual
- Uso de destacamentos como lugares de tortura, desapariciones y asesinatos de familiares y otras personas de la comunidad
Por otro lado, el peritaje de Marc Drouin recalcó que “la eliminación de la población Achí se extendió en un 20%. Una quinta parte de la población fue eliminada y la violencia sexual fue parte fundamental para su destrucción”.
Con esto como evidencia, es claro que las mujeres eran una presa aún más fácil para los patrulleros. Aprovecharon cada una de sus características para aprovecharse de ellas.
Desprotegidas, sin educación, sin capacidad económica y con hijos a los cuales mantener… El conjunto “perfecto” para convertirlas en esclavas. Y no solo en el ámbito laboral, sino en el ámbito sexual.
La violación sexual fue usada como un arma de guerra. Tal como expresó el filósofo e historiador Foucault: “el cuerpo es un campo político sobre el que operan relaciones de poder”.
“Ellos mataron a mi esposo y luego llegaron a mi casa preguntando por él, cuando ellos mismos lo habían hecho. Quemaron mi casa, se robaron mi dinero, me violaron. Yo tenía 2 o 3 meses de embarazo, tuve un aborto, era mucho el dolor. Luego me llevaron con otras mujeres a tortear para los patrulleros y el ejército al destacamento militar” es uno de los relatos de las víctimas que confirma la teoría que hemos escuchado en múltiples ocasiones.
Pero para obtener justicia pasaron muchísimos años en los cuales tres de las víctimas fallecieron, los patrulleros fueron dejados en libertad por la jueza Claudette Domínguez en el 2019 y posteriormente fueron capturados por delitos contra los deberes de humanidad y enviados a prisión preventiva en la Brigada Militar Mariscal Zavala
Y además de todo esto, las mujeres Achi tuvieron que revivir una y otra vez los abusos… Dieron declaraciones, plasmaron sus testimonios, resistieron por años y lucharon para ser escuchadas.
El caso y la justicia que recibieron las mujeres Achi es el ejemplo perfecto para resaltar lo importante que es recordar a todas las mujeres indígenas que fueron violentadas sexualmente en la época del Conflicto Armado en Guatemala. No hablar de ello no hace que desaparezcan los hechos, solo hace que se mantengan en la sombra. Como un secreto a voces que todos conocemos, pero del que no hablamos y mucho menos enfrentamos.
Recordemos que los juicios contra militares no son sencillos y continúan demostrándonos que siguen siendo un aparato fuerte en el país. Tal como se menciona en el libro Tejidos que lleva el alma: “Al denunciar la violación sexual como arma de guerra, como genocidio y feminicidio, se toca el centro de los poderes militares articulados a los de la oligarquía, que desataron la guerra para mantener estructuras sociales, económicas y culturales desiguales que les privilegiaban.”
Darles voz a las víctimas nos acerca a la realidad y nos permite conocer mejor a nuestra sociedad, nos permite entender de dónde venimos y sobre todo, entender las ideas racistas y sexistas que todavía existen en Guatemala.